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Mi personaje en la historia es un obispo y, a diferencia de muchos otros yo soy alto y esbelto, pero sobre todo esbelto.  Poseo cabellos rubios, desordenados y un poco ondulados. A pesar de tener ya mis años, conservo aún mi cara fermosa de mis tiempos mozos; alargada, franca, jovial y delgada. El color de esta es un poco pálido. La frente es amplia y lisa, con cejas gruesas y ojos inyectados de verde; se mueven despiertos y vivos. Sigo con esta descripción un poco más abajo, donde me encuentro con una recta y un poco chata nariz. Las orejas son pequeñas. Mis mejillas son redondas y mi boca es grande. Pasamos a los labios que son grandes y algo sensuales, ¿por qué no? Tiene dientes un poco desiguales y amarillentos. Bajamos más y  ya estamos en su cuello corto y elegante, marcando un poco la nuez. Sus manos son ágiles, sensibles y blancas.  Ahora me fijo en las piernas, son delgadas y flacas y, sus pies, muy normales.

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